CONFERENCIA
PONENTE: D. RAFAEL GILI RUIZ
13 de Febrero de 2019 18:30
Viajando a los orígenes del Prado
En sus 199 años de existencia el Museo del Prado ha sido un testigo privilegiado de la Historia más reciente de nuestro país. El Dr. Javier Portus, comisario de la exposición Museo del Prado 1889-2019. Un lugar de memoria, nos propone un recorrido por los hitos que han marcado su devenir, y nos invita a reflexionar sobre como se ha configurado a lo largo del tiempo.
por Víctor Daniel López Lorente | Doctor en Historia del Arte
El Museo del Prado, llamado en un primer momento Real Museo de Pinturas, fue inaugurado por Fernando VII e Isabel de Braganza el 19 de noviembre de 1819, con las obras de arte que durante siglos atesoraron los monarcas españoles. A estas colecciones pronto se sumaron los fondos provenientes del Museo de la Trinidad, creado en el año 1838 por Isabel II. Este recogió una importante cantidad de piezas religiosas procedentes de instituciones del centro de la península afectadas por la desamortización de Mendizábal, que supuso que muchas obras cambiaran de manos, e iniciaran un deterioro, en algunos casos irreversible, o salieran del país sin conocimiento del Estado.
El proceso desamortizador acarreó el despertar de la conciencia colectiva del valor de nuestro pasado artístico, e influyó en el nacimiento de comisiones de expertos dirigidas desde la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en la creación de museos como el de la Trinidad, que rescataron una gran cantidad de tesoros artísticos.
El Museo de la Trinidad se instaló en el convento de los Trinitarios Calzados, ubicado en la plaza madrileña de Jacinto Benavente, en el mismo solar que hoy ocupa el Teatro Calderón. Tras la exclaustración de Mendizábal en el edificio se instalaron diversas instituciones, como el Conservatorio de Artes, el Instituto Español, el Museo que nos ocupa, y desde 1847, el Ministerio de Comercio y Obras Públicas, llamado luego de Fomento.
La caída en desgracia de Isabel II en 1868 conllevó que la nacionalización de las colecciones del Prado, que hasta entonces habían pertenecido a la Corona. Cuatro años después La Trinidad se clausuró de forma definitiva, y sus fondos se fusionaron con los del Prado.
La incorporación de las obras del Museo de la Trinidad fue lenta y desordenada. Tras la fusión de ambas colecciones, en un primer momento la mayoría permanecieron en el convento trinitario, y tan sólo se trasladaron al edificio de Juan de Villanueva 84 cuadros, pertenecientes fundamentalmente a los primitivos flamencos. Entre estos se encontraban algunas obras de primer orden, como las siete tablas del Maestro de Miraflores, o la Fuente de la Gracia del taller de Van Eyck, protagonista de una exposición de contexto que puede visitarse hasta el 27 de enero. La copia de La Transfiguración de Rafael también se encuentra entre las primeras obras que ingresaron. En menos de diez años se habían trasladado casi un centenar más. Pero muy pronto las incorporaciones se tuvieron que frenar debido a la falta de espacio físico. De forma paralela, el Ministerio de Fomento comenzó a depositar los fondos del Museo de la Trinidad en museos provinciales e instituciones de todo tipo repartidas por la geografía española sin ninguna planificación. Esto supuso la dispersión de las colecciones y la pérdida de muchas obras, que en la actualidad siguen sin identificarse, o cuya restitución al Museo del Prado es improbable.
La Trinidad supone un capítulo fundamental en la historia del Museo del Prado, pues artistas como Pedro Berruguete o Juan Correa de Vivar no tuvieron presencia en las residencias reales, mientras que otros, como Carducho, Maíno o el mismo Goya, fortalecieron su presencia. Singularmente importante fue la incorporación de un número significativo de pinturas de El Greco, entre las que destacan los cinco lienzos del retablo del colegio de doña María de Aragón, que hoy forman parte de las obras maestras de la pinacoteca.
En realidad el Museo de la Trinidad fue un proyecto truncado, en el que se perdió la posibilidad de crear una institución que acogiese las obras procedentes de las instituciones desamortizadas. Tras su incorporación, el Museo del Prado se convirtió en el máximo representante de las escuelas de pintura española y una de las mayores pinacotecas del mundo. La Trinidad supuso una de las primeras ampliaciones del Museo, cuyas colecciones desde entonces no han parado de crecer mediante donaciones, legados y compras, dirigidos casi siempre a reforzar el núcleo de la colección, más que a aumentar el número de artistas representados. La última de estas adquisiciones ha obedecido a una campaña de micromecenazgo gracias a la cuál se ha adquirido el Retrato de una niña con paloma de Vouet. El éxito de esta campaña es uno de los indicadores que demuestran el objeto de orgullo colectivo en el que se ha convertido el Museo del Prado a lo largo de los años, y el lugar que ocupa en nuestra memoria colectiva.
Fuente : Museo el Prado